Ese es el diagnóstico que hacen Patricio Lobo y Elisabeth Salfate, profesores de la Fundación Súmate de Hogar de Cristo, tras estos siete meses durante los cuales han tenido que impartir clases a distancia y monitorear a los alumnos para que no abandonen sus estudios.
Por María Teresa Villafrade
Ha sido un 2020 que nadie va a olvidar fácilmente, porque en marzo cuando comenzó la pandemia, todos los integrantes del sistema educativo –tanto alumnos como profesores y directiva- pensaron que la emergencia duraría un par de meses. Nunca imaginaron que se alargaría todo el año.
“Al principio nos dedicamos a enviar guías de todas las asignaturas, pero después nos dimos cuenta que ese sistema no funcionaba y que no era sostenible por mucho tiempo. En lo personal, como profesor de educación física, no me sentía haciendo algo útil”, recuerda Patricio Lobo, docente en la escuela San Francisco de La Pintana, una de las comunas más vulnerables de la Región Metropolitana.
Esta escuela de reinserción educativa apoya el desarrollo y nivelación de estudiantes que han estado excluidos del sistema escolar o tienen rezago en su trayectoria. Ofrece la modalidad de dos años en uno en cuatro cursos (5°y6° básico, 7°y 8° básico, 1° y 2° Medio, 3° y 4° Medio), con un promedio de 18 alumnos por curso.
El desafío entonces de mantenerlos entusiasmados y que no abandonaran los estudios era doblemente mayor ya que la emergencia sanitaria obligó a entregar clases a distancia, y muchas familias se vieron perjudicadas económicamente producto de la cuarentena. Algunos alumnos por su situación de vulnerabilidad no tenían celular ni internet disponible en sus hogares.
“El primer semestre fue muy frustrante, cuando, al llenar las planillas, nos dimos cuenta de lo que habían aprendido. Yo, veía todo en rojo, y, sin embargo, había estado dando el máximo, con programas en redes sociales, como el Late Show en vivo todos los lunes y viernes, las campañas y los concursos”, recuerda Patricio.
Además, fue muy perjudicial cuando comenzó el rumor de la promoción automática, de que todos iban a pasar de curso sin importar el esfuerzo personal del alumno. El profesor dice que hubo semanas en que sencillamente los chiquillos no respondían nada pese a que se les insistía en la importancia de continuar con el proceso de aprendizaje. Esta actitud cambió cuando finalmente se despejó ese rumor.
En el segundo semestre, los profesores idearon la creación de un cuadernillo que es complementado con un canal de Youtube en donde cada docente subió 20 cápsulas de su asignatura. De esta forma, el alumno escoge semana a semana qué asignatura trabajar y tiene al profesor a su completa disposición. “Por ejemplo, si cuatro alumnos eligen trabajar en educación física una semana, yo me dedico por entero a ellos, mientras los demás siguen otras asignaturas como Lenguaje, Matemática, etc. Ellos arman su propia ruta”, explica Lobo.
El resultado los tiene a todos contentos y sorprendidos. “Hemos tenido más respuestas que en todo el año”, dice.
“Lo cierto es que desde el día uno, los chiquillos quieren puro volver a la escuela, para ellos es muy importante, a cada rato me preguntan profe, ¿cuándo vamos a volver?, no existe esa percepción qué rico que no hay clases, porque ellos se sienten refugiados y queridos en su escuela, alimentados también, porque sus familias han tenido problemas. Hemos podido entregar las canastas de alimentos, pero algunos lo pasan mal en sus casas. Al principio especialmente nos llamaban harto porque tenían problemas con sus papás, estaban encerrados con ellos todo el día, el colegio es muchas veces un escape a esa realidad y además porque lo pasan bien allí dentro. Mi percepción es que ellos quieren volver, no estaban muy motivados con la enseñanza online y yo tampoco, para mí ha sido muy difícil también”.
Para él lo más importante post pandemia es compensarles el encierro que han vivido con muchas más salidas para estar en contacto con la naturaleza. “Es clave para la salud mental, no se trata de ir a subir montañas pero sí de atreverse a salir más del colegio. Hay alumnos que viven en casas a las que nunca les llega el sol”.
SIN REDES SOCIALES, TODO HABRÍA MUERTO
La educadora social Elisabeth Salfate forma parte del Programa Socioeducativo Zona Sur de Súmate, que abarca las comunas de Macul, La Granja, Peñalolén, Lo Espejo, Buin, Paine, San Bernardo, El Bosque, San Ramón, La Florida y Puente Alto. A diferencia de las escuelas de reingreso, este programa es territorial y acompaña a 370 niños, niñas, adolescentes y jóvenes que han estado fuera del sistema escolar para que vuelvan a reencantarse con la educación.
“Somos un equipo de 12 personas, de los cuales 10 somos tutores, divididos por rango etario (básica, media y educación superior) que va desde los 7 a los 25 años. Algunos chicos son derivados de escuelas, otros están en ellas pero peligran de abandonar por distintas razones. Yo trabajo con los que terminan cuarto medio y mi tarea es ayudarlos a que ingresen a la educación superior hasta que terminen su carrera”, explica.
Antes de la pandemia, el trabajo era ciento por ciento en terreno, con visitas constantes a colegios y a alumnos que dejaban de asistir a clases. Con el cierre de los establecimientos, se tuvo que cambiar la metodología y realizar igual el seguimiento uno a uno pero a través de teléfono, de grupos de whatsapp y videollamadas en caso de que los alumnos necesiten algún tipo de contención.
“Nuestra prioridad fue preocuparnos de que tuvieran acceso a las clases online. Hemos salido igual a terreno al menos una vez al mes, ya sea para entregar mercadería o chips que les permitieran contar con internet en sus celulares a los que no tenían. Muchas familias están complicadas por falta de empleo y de recursos, y si no hay lucas para comer, menos para imprimir guías”, señala.
Además, en octubre comienzan los exámenes libres que es una alternativa para muchos de estos jóvenes y Elisabeth tuvo que redoblar sus esfuerzos para que puedan presentarse bien preparados. “Antes, los chicos iban a las sedes donde voluntarios los preparaban para hacer estos exámenes libres, este año fue imposible, tuvimos que preocuparnos de ver cómo se podían preparar porque se van a hacer igual”.
Cuenta además de los casos en que jóvenes que se habían matriculado el primer semestre en educación superior, pero que debieron congelar a raíz de las dificultades económicas familiares: “Muchos son los hermanos mayores y se sienten con la responsabilidad de ayudar en su casa. Pero tampoco hemos dejado que se vayan del programa, los seguimos acompañando aunque estén insertados en lo laboral para que sí o sí retomen sus estudios en marzo de 2021”, agrega.
Gracias a una alianza con la escuela de ingeniería en construcción de la Universidad Andrés Bello, se ofrecieron 35 cupos para obtener la certificación de oficios en construcción a todos los jóvenes del programa de 17 años hacia arriba, sin que sea requisito tener cuarto medio cursado ni las notas. Las clases comienzan este 29 de septiembre de manera online y son totalmente gratuitas. Los tutores serán alumnos de último año en la carrera de construcción. “El objetivo es lograr que se mantengan en una instancia educativa”, dice Elisabeth Salfate.
Impresiona el alto nivel de compromiso y el optimismo de la educadora. Ella explica su causa: “Más allá de lo que pueda pasarnos como país, creo en los niños y en los jóvenes, en su resiliencia. Este tiempo nos ha servido mucho para reflexionar sobre la sociedad que queremos, ellos quieren mejorar su calidad de vida, y creo en el trabajo que se hace, en mis compañeros, con quienes hemos estado muy unidos. Sin las redes sociales, todo habría muerto, no sé si ha sido eficiente, lo sabremos con el tiempo, pero hemos hecho encuestas para que ellos opinen qué es lo que quieren ver en redes sociales. Me ha sorprendido el enorme interés en el autoconocimiento, vivíamos tan rápido que nadie se detenía a pensar si lo que hago es lo que realmente me gusta. Esa reflexión en las decisiones que se toman me ha traído alegría pero también tristeza. ¡Nos falta tanto por hacer! Especialmente en el caso de los niños más pequeños, debemos trabajar no solo con ellos sino con sus familias”.
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