Hace ocho años se aventuró a ser parte del equipo de voluntariado de la fundación del Hogar de Cristo que trabaja por conseguir que de niños, niñas y jóvenes excluidos del sistema escolar vuelvan a estudiar. Es ingeniera en informática, pero lo suyo no son los números, sino potenciar las capacidades y habilidades de los estudiantes y de sus compañeros.
Por María Luisa Galán
Era el año 2012 cuando Lindsay Iturra quiso comenzar su camino en el mundo del voluntariado. Se sumergió en el mar de internet para buscar dónde podía enrolarse. Así llegó al sitio web de Súmate, fundación del Hogar de Cristo que promueve la recuperación de trayectorias educativas, bienestar e inclusión social de niños, niñas y jóvenes (NNJ)). Se contactó y la llamaron. En principio no sabía exactamente en qué área quería empezar, pero decidió por trabajar con adolescentes. “Sabía que los jóvenes eran interesantes. Creo hasta el día de hoy que es un segmento que está bien solo, porque la gente siempre se preocupa de los niños o adultos mayores, pero no a todos les gusta trabajar con jóvenes”, reflexiona Lindsay Urrutia, quien es ingeniera en informática.
“Si bien soy informática, no ando con máquinas, no programo. Veo la gestión de los equipos, ayudo a transformar equipos. Trabajo con metodología ágil, que es una forma de trabajo donde se promueven valores, el valor del equipo, el valor de la persona, poniéndola en el centro. Cambiamos el mindset de las personas. Entonces no es tan técnico mi trabajo”, cuenta Lindsay sobre la otra mirada de su profesión. Dice, además, que la motivación para hacer voluntariado es buscar la equidad y acortar la brecha para que otros tengan las mismas oportunidades que ella tuvo.
Desde su primer año como voluntaria se ha dedicado precisamente a eso, a ser un agente de cambio para los jóvenes Ha hecho talleres semestrales sobre proyectos de vida y habilidades y técnicas de estudio a estudiantes de educación superior. “Más que enseñar herramientas técnicas, es descubrir el líder que tiene cada persona, eso lo va a potenciar. La parte técnica la va a aprender, pero el valor personal, que ellos se sientan seguros, que confíen en sus capacidades y habilidades, es impagable”.
Lindsay recuerda con mucho cariño a los jóvenes con los que ha tenido la oportunidad de compartir, casos inolvidables como una estudiante hija de padres que eran trabajadores circenses pero que quería seguir estudios formales a pesar de la oposición de ellos, o algunos que mientras estudiaban descubrieron que querían realizar un emprendimiento. “El voluntario tiene que generar un espacio de confianza y seguridad para que ellos se sientan capaces de participar de las actividades. Al principio hay algunos que no hablan en público, no se atreven a expresarse, necesitan un acompañamiento completo. Hay algunos que eran muy tímidos o agresivos, como tratando de protegerse de algo, y en el proceso sacaban lo mejor de ellos, hablaban, compartían y a uno eso le llena el corazón”.
Ha sido un ir y venir, a veces ha estado más alejada y otras más activa, pero siempre en contacto. Hoy, con la pandemia, regresó a aportar al equipo de voluntarios de la zona norte de fundación Súmate. Aprovechando su conocimiento y habilidades en las redes sociales, observó en Linkedin que muchos profesionales y organizaciones estaban haciendo webinars y que les iba bien. Lo planteó con la idea de que la inscripción fuera con donación. La iniciativa gustó y así hasta la fecha ya se han hecho tres charlas virtuales, pudiendo aportar con dinero a los jóvenes que los voluntarios hacen clases y que estaban siendo afectados por el confinamiento. “Observo las cosas que está haciendo el entorno y trato de llevarlas y adaptarlas a los jóvenes. Y esto resultó bastante bien. Compartí al equipo la herramienta para los webinar, se animaron, la probaron y así llegamos al primero. Fue un trabajo en conjunto, de atreverse a hacer algo distinto y aprovechar lo que nos estaba dando la pandemia: algo online. Lo que juntáramos era dinero que no teníamos y era un aporte para los chicos; además desafiaba a los voluntarios porque no todos conocen las herramientas digitales y el provecho que les pueden sacar. Y son herramientas gratuitas”, cuenta.
El voluntariado en Súmate le abrió la oportunidad y las ganas de participar en otras iniciativas, como cuando se disfraza de payaso para llevar regalos a niños hospitalizados. También iba a colegios vulnerables fuera de Santiago a celebrar navidades. “De a poco uno va en un viaje descubriendo qué es lo que te apasiona, porque no todo es el trabajo. Mi trabajo no tiene contacto directo con personas que no sean de mi oficina, por ejemplo, entonces necesitaba que mi trabajo fuera más trascendental a otros, que pudiera estar al servicio de otros. Si bien trabajo en consultoras es otro al segmento al que ayudo y sentía que no estaba llegando a lo que realmente quería generar. En esa búsqueda comencé a hacer otras cosas y así se me han abierto otras oportunidades. Hoy también estoy ayudando a Acción Solidaria con una infografía”, relata Lindsay, feliz de ser un agente de cambio e involucrada al cien por ciento con quienes necesitan ayuda.