Su caso es notable: nació en La Legua y por la escasa y mala alimentación que tuvo, no lograba un buen rendimiento académico. Hoy es autoridad mundial en la creación de algoritmos y académica en la Universidad de Melbourne. En este resumen de la clase magistral que dio para el Hogar de Cristo y el Consejo de la Transparencia explica cómo lucha contra la pobreza desde el manejo ético, humano y transparente de datos.
Por Ximena Torres Cautivo
Elocuente y frontal fue la imagen que usó la doctora en informática en salud de la Universidad de Melbourne, Carol Hullin (52), en la clase magistral sobre Pobreza e Inteligencia Artificial con que cerró el ciclo de talleres Transparencia + Democracia + Futuro, organizados por Hogar de Cristo y el Consejo para la Transparencia.
Carol dijo, interpretando a todas las mujeres de la concurrencia virtual, que la mamografía en su origen consistía “en hacer encajar un pedazo de nosotras, las mamas, en algo muerto”, y que ahora esa tecnología ha ido humanizándose un poco. (En Chile aún no lo notamos, eso sí, porque la mamografía sigue siendo un examen inventado por hombres para mujeres y, por lo mismo, frío, molesto y a veces hasta doloroso. “Muy distinto a lo que sería si se trata de apretarles a ellos sus partes más delicadas”, como dijo una vez una ginecóloga).
El ejemplo de Hullin apunta a “cómo protegemos la dignidad humana en el uso de la tecnología”, y declaró que “se necesitan más mujeres creándola, porque somos el 60 por ciento del mundo, pero pesamos apenas un 7% en las decisiones y la participación mundial. Tenemos una tecnología tan masculinizada que nos hace daño”, concluyó.
Cofundadora y asesora estratégica del Centro de Innovación Digital Latinoamericano (www.cidla.org), nació y se crio en La Legua, una de las poblaciones más vulnerables y estigmatizadas de Santiago, vendió dulces en las micros, sufrió bullying en la escuela y obtuvo 383 puntos en la PAA y, tal como dijo en la clase magistral, con todos estos antecedentes, por datos matemático-estadísticos, a ella le habría tomado 180 años salir del círculo de la pobreza. “Pero lo conseguí en 10 años. En Chile, saqué 383 puntos en la prueba de aptitud académica; o sea, en mi país, en términos cognitivos, no valgo nada, valgo callampa. Pero llego a otro jardín, a Australia, donde me dicen que tú sólo por respirar, ya vales y mereces respeto, y me cambia la vida, sube mi autoestima y logro metas. Eso, en mi propio país, durante los 21 años que viví ahí, nunca lo sentí”.
Carol encarna lo que los sociólogos llaman interseccionalidad, que es la suma de desventajas que suma una persona. En su caso, por ser mujer, haber nacido en pobreza y tener origen indígena –aymara–. Fue a través de una Iglesia y de haber recibido el impulso de su mamá y una tía para estudiar enfermería en Caritas-Chile y para luego emigrar a Australia, que Carol logró –a través de la educación, como recalca – superar esa condición de pobreza que parecía una condena a cadena perpetua.
En su charla, la doctora en inteligencia artificial, instaló muchas poderosas ideas. Por ejemplo: “En Australia, existe un millón de niños en pobreza, pero no hay casas de acogida o residencias de protección, porque acá sabemos que los niños vulnerables lo que más necesitan es su familia. Sin ella, pierden su contexto cultural y emocional. El niño que no tiene un adulto significativo, difícilmente podrá salir de la pobreza”. Frente a una pregunta de la audiencia online, respondió, lapidaria: “No existe país por desarrollado que sea, que no tenga pobreza, porque donde hay actividad humana, hay pobreza”. También hizo notar: “A la pobreza no se le responde con caridad, porque eso es limosna. Hay que apelar a la empatía”.
Entrando en la materia puntual de su charla –la generación de logaritmos y la inteligencia artificial–, afirmó: “Debemos desarrollar la capacidad local para innovar en el combate a la pobreza. Un algoritmo que funciona en África, lo más probable es que no funcione en La Legua, La Pintana o en La Araucanía”.
Carol apunta al dicho “otra cosa es con guitarra”, para aludir a que la tecnología debe nacer de las propias comunidades. Sostiene: “Cuando copiamos y pegamos algoritmos ajenos lo más probable es que estemos haciendo daño. Los desarrollos deben ser hechos para cada comunidad, no deben ser prestados, sino creados a partir de la realidad local”.
El Centro de Innovación Digital Latinoamericano creó a propósito de la pandemia una aplicación que la experta mostró en su exposición. En simple, se trata de una app que permite –mediante una encuesta de síntomas y situaciones médicas que puede responder de manera informada toda la libreta de contactos del usuario– ver el grado de riesgo COVID-19 de una persona respecto de su círculo más cercano.
Insistió varias veces en la importancia de la educación. “Más que irles a comprar zapatillas a los niños al Costanera Center, cuando se liberaron las medidas sanitarias, hay que acopiar recursos para educar a los niños. Yo entiendo que la gente más pobre, quiera zapatillas. Lo entiendo, porque yo anduve a pata pelada en mi infancia. Pero lo más clave es educar a los niños en lo digital, porque un algoritmo te puede hacer daño. Es importante que aprendan a codificar, que conozcan en lenguaje computacional”.
Reforzó la idea de que “la persona es sujeto de derechos y de deberes y todo lo que se hace en materia de manejo de datos debe tener una bioética digital. La identidad digital debe basarse en la persona como sujeto de derecho, porque si no, solo valen los que tienen plata. Y los con menos capital cultural, sin educación, sin reflexión ni conocimiento frente al tema, se quedan con la parte mala del tráfico de datos”, dice Carol, quien hace notar que lo que más busca la humanidad en la web es el cyber sex. “Yo trato de ir por el lado bueno de la informática, por el que permite incluir. El COVID-19 ha permitido que la tecnología se humanice y para ello es clave la transparencia del modelo de datos. A nivel mundial, esa suerte de pedagogía digital se llama conectivismo. Apunta a que todos tengamos una clave única que nos permita acceder a servicios que nos garanticen dignidad en el viaje digital y permita establecer relaciones simétricas”.
Profunda, ubicada en la vanguardia del conocimiento, graciosa a ratos, muy amorosa, Carol Hullin es distinta. Destaca por eso y por haber logrado que no la discrimen en la lejana Melbourne, donde logró brillar y no se discriminada. Por eso y para terminar, rescatamos otra de sus potentes frases: “Ser diferente no es un problema. El problema es que te traten diferente”.